miércoles

La torera española Maripaz Vega: heredera de un oficio en riesgo

Poco antes de salir a su trabajar Maripaz Vega apaga las velas de un altar privado que incluye imágenes de la Virgen y una de Juan Pablo II: con 30 corridas en 12 meses, esta española de 37 años es la más activa entre las pocas toreras que hay en el mundo.

"Las mujeres hemos logrado grandes avances en el mundo taurino, pero todavía no tenemos el tú por tú con el hombre. Todavía nos falta un trecho grande", dice esta malagueña nacida en 1997 fue la primera en recibir alternativa en una plaza española en más de medio siglo.


Enfundada en un traje fucsia y oro, con el cabello recogido en una trenza, Maripaz Vega se enfrentó el domingo a dos ejemplares, cada uno de casi media tonelada, en la Monumental Plaza de Toros México.

Esa misma plaza, la de mayor aforo en el mundo (más de 41.000 asientos), la vio hace un año salir a hombros con un sonoro triunfo. Desde entonces, los contratos se multiplicaron y la torera ha pasado más tiempo en los ruedos mexicanos que en su propio país.

Rigurosa, con una mirada que parecía querer atrapar hasta el menor detalle, en su calidad de torera más experta y como manda la tradición, Vega dirigió la lidia en un cartel que, por segunda vez en la historia de la plaza, fue íntegramente femenino.

A su lado hicieron el paseillo Hilda Tenorio, una mexicana que a sus 25 años conserva la apariencia de una adolescente, y Lupita López, de 34, con apenas un año de ejercicio como torera.

Sin el menor asomo de egoísmo, como una hermana mayor, Vega permitió a Tenorio incluso lucirse haciendo un quite con chicuelinas en su primer toro, y de inmediato respondió, en un corto duelo que el público aplaudió como un anuncio de una gran tarde que nunca llegó por falta de buenos toros.

Con sus compañeras de cartel y su compatriota Sandra Moscoso, Vega integra el estrecho círculo de matadoras, a las que deben agregarse unas cuantas novilleras. "No creo que entre todas sumemos más de diez".

Pese a que en España hubo toreras ya en el siglo XVII, una prohibición de hace casi un siglo alejó por décadas a las mujeres de los ruedos, hasta que en los años 1970 se les volvió a permitir tomar la alternativa.

A Vega este mundo de los capotes, astados, banderillas y espadas nunca le fue ajeno. Su padre fue novillero e inició a cinco de sus seis hijos: dos de ellos son banderilleros y uno más, Jorge, es el mozo de espada (auxiliar) de su hermana.

Con ella no fue menos por el hecho de ser mujer. "Lo que hacen tus hermanos lo puedes hacer tú", le decía cuando a los nueve años dio pases a su primer becerro y a los 14 dió muerte a su primer ejemplar.

Vega conoce bien los retos de todo torero -el abrirse paso en un mundo competitivo, las exigencias físicas de los entrenamientos y la dificultad para los novatos de conseguir ganaderías que les dejen practicar-, a los que para una mujer se suma siempre una suerte de desconfianza de sus colegas.

"Hay compañeros de todas las clases. Algunos te tratan como a un torero más y te respetan de igual, hay otros que miran de reojo como diciendo: ¿Ésta, qué hace aquí?".

En el otro extremo, afuera de las plazas, crecen los movimientos opuestos a las corridas, que tras lograr apagar los festejos en Barcelona se han tornado más fuertes en América Latina, donde ya lograron que un referéndum prohibiera en Quito dar muerte en público al toro.

"Se ha puesto de moda ser antaurino y muchos lo son sólo por eso, porque está de moda" dice, aunque Maripaz también ve un lado positivo.

"Hemos ganado en querer defender lo que nos gusta realmente. Hemos reaccionado, aunque un poco tarde", dice esta mujer que ha recorrido plazas en ambos lados del mundo taurino y que es optimista con lo que ve en América.

"Aquí hay más fiesta, cada plaza tiene su propia pasión. No se siente esa presión que hay en España, que te estan mirando como con una lupa y que a veces no dejan que el torero se termine de soltar y estar a gusto", afirma con una seguridad que no le da empero para querer que una hija o sobrina siga sus pasos.

"Es la fiesta mas bonita y estoy orgullosa de ser matadora, pero es una profesión que conlleva mucha dureza. Lo que pasa es que empiezas a conocer esa dureza sólo cuando estas ya de lleno metida en esto", apunta.

No hay comentarios: